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Se oía venir. Cómo la música advirtió la explosión social en Chile (2019)

Title: You could hear it coming. How music warned of the social explosion in Chile (2019)

 

David Ponce, Editor (2019)

Editorial: Cuaderno y Pauta. Chile

Número de páginas: 118.

ISBN: 978-956-401-463-0.

 

Por Ramón Raymundo Reséndiz García1

 

Reveladora de la sensibilidad o el ánimo colectivo de un momento, periodo o época, la música –especialmente popular y juvenil– ha sido capaz de clarificar, difundir y compartir inconformidades colectivas y desarrollar una enorme y aguda capacidad crítica, tal como lo destacó hace medio siglo Robert Rosenstone (1969).

En ciertas coyunturas histórico-sociales la música se ha convertido en flujo que condensa las energías colectivas, cauce que permite acopiar, acrecentar y conducir las corrientes de anhelos, exigencias, deseos e imaginarios sociales, el torrente de emotividades que explota e inunda las calles contagiando al contacto acústico un sentimiento de pertenencia y fusión colectiva.

Se oía venir. Cómo la música advirtió la explosión social en Chile, es un libro que nos ofrece una exploración reflexiva y al mismo tiempo emotiva de la música popular chilena y sus vínculos con la coyuntura de movilizaciones masivas desgranadas en octubre de 2019 en Chile, fenómeno social emergente de enorme importancia para los estudios sociales. Articula esa visión del acontecimiento con una perspectiva de mayor duración mediante la cual explora los nexos entre música e inconformidad social en los últimos treinta años, partiendo justo del inicio de esa suerte de transición insatisfactoria de la democracia chilena.

El libro se compone de una presentación intitulada Banda sonora autoconvocada, más siete capítulos:1. La espina de la transición ya está aquí; 2.Desde el rap a la música urbana: apuntes del subsuelo; 3. Technocracia: música electrónica y posdictadura; 4. El incendio nunca se apagó, solo creció en lo más profundo de nuestro interior: hardcore, punk y otras rutas; 5. “Quien escribió la historia/dejó vetada/la mujer guerrillera/ y apasionada”: trayectorias discursivas de los conjuntos de cueca de mujeres. Santiago (1998-2019); 6. “Ellos gobernaron el pasado, la rutina, la energía. No gobernarán el futuro”: el feminismo como discurso crítico en la música popular del último lustro; 7. Recrudece hasta que rompe: 2019.

En, banda sonora autoconvocada, el autor, David Ponce, destaca la importancia de la música como “señal cultural” imprescindible para comprender la “situación crítica” producida en octubre de 2019 en Chile. En oposición a la narrativa oficial que sostiene que era difícil anticipar el conflicto, el texto sustenta como tesis central una idea que recorre todo el libro y otorga unidad de sentido a la obra, a saber: que en la música popular chilena de los últimos treinta años “hay constancia previa y significativa de los motivos de la crisis” (p.9). Por ello, cobra relevancia articular la coyuntura del 2019 con las tres décadas pasadas reconociendo analíticamente un recorrido musical que, en los hechos, en las acciones colectivas del 2019 realizaron los manifestantes que recuperaron, revitalizaron y pusieron en escena musical, cultural y política, el vasto repertorio de la música popular chilena generada como resistencia a la dictadura militar y, particularmente como crítica y resistencia también al modelo económico, social y político de la transición democrática chilena.

La vinculación entre el repertorio musical popular chileno del pasado histórico reciente con el contemporáneo se realiza a través de la recuperación de canciones, géneros y cantantes en tres tiempos clave. El primero, los años noventa, los inicios de los gobiernos de la Concertación y las voces musicales críticas a la transición pactada entre civiles y militares, la canción comprometida y heredera de la resistencia cultural a la dictadura, particularmente rock, rap, punk y electrónica. A mediados de la primera década del nuevo siglo se ubica un segundo tiempo en el cual la denuncia musical se torna más frontal y “agudiza el discurso contestatario”, mientras “bandas mestizas” –mezcladoras de rock, cumbia y otros géneros– aparecen vinculadas con movimientos sociales como los estudiantiles de 2006 y 2011.

El tercer movimiento anuda en la coyuntura de octubre de 2019 con una producción musical popular comprometida y participante que se nutre de los ritmos, de las energías, de las esperanzas, de la rabia, de las demandas que estallan en calles, muros y pancartas. De las movilizaciones que se nutren a su vez de la música y convierten sus rimas en demandas, sus ritmos absorbidos musicalizando sus consignas, tal como ilustra “Cacerolazo”.

“La espina de la transición ya está aquí” –primer capítulo del libro escrito también por David Ponce– se propone conectar los noventa con el 2019, se pregunta cómo se construyó la “espina de la transición”, cómo se mantuvo y acrecentó la perspectiva contestataria y crítica de la música popular chilena, destacando –para responder tales interrogantes– la importancia de expresiones musicales, underground y juveniles en su mayoría, tales como el rock, punk, rap, ska y su aportación al discurso crítico de la música chilena.

Por las páginas del capítulo se dibujan y sobre todo se escuchan Panteras Negras –espina de la transición– con su marginalidad incómoda, su frontal denuncia de la discriminación, el acoso y violencia policiaca; la “revuelta rebelde de ska y punk” de Los Miserables; “El futuro se fue” de Jorge González; Los Peores de Chile desnudando con sus letras una transición democrática que premia tanto al corrupto como al que reprime y asesina mientras “canoniza” al dictador; Mandrácula y su denuncia de la Caravana de la Muerte del general Arellano Stark.

El segundo capítulo, Desde el rap a la música urbana: apuntes del subsuelo, de Freddy Olguín avanza en torno a los orígenes del rap, el hip-hop chileno y la represión de la dictadura militar de Pinochet en contra de sus pioneros. Aparece De Kiruza capturando y confrontando con sus rimas la profesión de matón “boyante durante la dictadura”; Tiro de Gracia y su tema “Arma calibrada”; Panamá Red; Los Marginales con sus letras que hablan de censura, clasismo y vida cotidiana; DDC (Descendientes de la Calle) que, en Pacofobia, relata la represión policial y manifiesta su repudio a la autoridad.

Destacando el circuito cultural del hipo-hop integrado por música, grafiti, cultura DJ y baile, el autor marca una segunda etapa en la trayectoria del género en Chile que fecha a partir de la década del 2000 cuando tecnología y mejor equipamiento posibilitan la profesionalización de sus músicos de manera que, durante el primer periodo de gobierno de Piñera, el hip-hop muestra un nivel de consolidación evidenciado por la masificación e internacionalización de sus propuestas.

2018-2019 es una nueva y tercera etapa en que el género denuncia, por voz de Pablo Chill-E, el hecho de que Senadores ganen más que un profesor. En 2019 en el marco de las demandas masivas y populares por dignidad los músicos exponen la indiferencia gubernamental, la represión, la crisis, la desigualdad. Suman al movimiento aportando musicalmente al “momento histórico” como lo muestran Jonas Sanche con “Dictadores fuera”, Seo2 con “Un paso más”, Kanitrou con “Bandera negra” y Ana Tijoux con “Cacerolazo”. Mixtape del presente.

Registrar el furioso ruido de las calles durante el reventón chileno del 2019 podría proponerse como objetivo emocional del tercer capítulo llamado, Technocracia: música electrónica y posdictadura, de Luis Felipe Saavedra quien sitúa al lector, al igual que la mayoría de los autores, en medio del furor de las movilizaciones y la feroz represión policiaca chilena, en medio de las cuales: “Hasta el fuego suena” (p.45).

Saavedra registra la fraterna solidaridad de músicos que realizaron compilados musicales en torno al octubre chileno del 2019, y cuyos beneficios apoyarían a quienes sufrieron daños oculares durante las manifestaciones o bien a organizaciones que auxilian a los heridos en las movilizaciones.

Chile no está en Guerra y Despertar Chile, son compilados musicales de temas inéditos cedidos por sus autores respondiendo a la importancia y convocatoria de samplear la calle, registrar sus ruidos, los sonidos de la crisis transmutados tecnológicamente en música que a su vez alimentó las energías de las protestas. La amplitud del rango de sonidos, ritmos y formas de la música electrónica que permiten comunicar “los estados de ánimo que cruzan está crisis” (p.45).

Los compilados de música electrónica ilustran un accionar solidario, ajeno a las lógicas de mercado, cooperativo y contracultural que ha sido constitutivo de la identidad del género desde su llegada a Chile, cuya trayectoria de treinta años — al mismo tiempo musical y política—, nos muestra el autor de rave en rave, en colectivos que promueven respeto, igualdad de género, no discriminación, destacadamente democratización del espacio público a través del festejo musical colectivo

Susana Díaz y Leyla Manzur emprenden una ruta de reconstrucción en tres tiempos de la música como arma de rebelión contra el establishment, a través del capítulo cuarto: El incendio nunca se apagó, solo creció en lo más profundo de nuestro interior: hardcore, punk y otras rutas. Primer movimiento llamado, El fuego que nos quema. El odio visceral y la pesadilla sonora. Alicia en el país de las mentiras, enmarcado a fines de los ochenta y principios de los noventa, signado por la actitud contestataria de bandas como Fiskales y la experimentación sonora y surrealista de Supersordo.

Autogestión y creación de sellos independientes a mediados de los noventa son características del Segundo Movimiento: ¡Arder! Los noventa, genealogía de un movimiento nihilista, hardcore y anarcopunk. Visceralidad de las letras que hablan de revueltas y acción política directa contra las fuerzas policiales; movimientos animalistas, búsqueda de espacios libertarios, feminismo incipiente marcan la segunda vuelta con agrupaciones como Disturbio Menor, Redención 911, Enfermos Terminales, Don Fango, entre otros.

Tercer movimiento: el fuego no se apaga, somos combustibles, cuyo inicio las autoras fechan en la década del dos mil y caracterizan por la irrupción plena del feminismo y la crisis de las masculinidades; el punk rock feminista contra el patriarcado enarbolado por Horregias; la segunda ola del hardcore con Marcel Duchamp y Asamblea Internacional del Fuego, bandas vigentes y activas cuyas letras pintan, rayan los muros, clarifican los agravios, como en el tema “Ciudadanía”: “el pobre es el error (…) Te convierto en insulto para que me dispares”; “Nosotros tenemos el control de nuestras vidas. Tu sólo tienes el control de nuestra ciudadanía. ¡Y renunciamos!” (p.63).

Quien escribió la historia/dejo vetada/la mujer guerrillera/ y apasionada: trayectorias discursivas de los conjuntos de cueca de mujeres. Santiago (1998-2019), es el nombre del capítulo quinto escrito por Araucaria Rojas. La autora revela el giro político y particularmente feminista de la cueca chilena, desde sus versiones tradicionales a las contemporáneas, de las cantoras y temas del siglo XIX a la búsqueda de la cueca del presente siglo.

El giro político tiene que ver con el intento oficializador de la cueca por parte de la dictadura militar en 1979, al declararla Danza Nacional de Chile; y la repolitización de la misma que se emprende con la “Cueca sola” descrita por la autora como “paradigma de la canción de denuncia y resistencia” (p.68). Pieza creada por Gala Torres e interpretada por vez primera en 1978, por el conjunto Folklórico de la Agrupación de Detenidos y Desaparecidos, devolviéndole al género tradicional su carácter de canto político enarbolado por mujeres, portadoras de un discurso colectivo.

El giró feminista o de género remite al empeño de las mujeres por elaborar un discurso y voz propia diferenciada de la cueca urbana, brava o chora, cuyo gesto político trasgresor es plenamente masculino. Rojas desataca tres locus de enunciación de la contra narrativa: 1. búsqueda de una voz femenina; 2 reivindicación de la figura de cantora y; 3. la cueca manifiestamente feminista.

Postulando la existencia ejemplar de discursos críticos en la música popular chilena de los últimos cinco años e interpretados como pistas para develar el malestar social que explotó el 18 de octubre de 2019, Javiera Tapia despliega el capítulo sexto titulado, Ellos gobernaron el pasado, la rutina, la energía. No gobernarán el futuro: el feminismo como discurso crítico en la música popular del último lustro. Tapia recoge las bandas sonoras, los cantos, los versos que son al mismo tiempo cuestionamientos críticos de mujeres artistas como Yorka, Mariel Mariel, Ana Tijoux y Princesa Alba: anticolonialismo, feminismo, defensa de la educación, cuestionamientos al poder, la opresión, exigencias de un cambio radical en la manera en que se legisla sobre femicidios, abusos y protección a las mujeres.

Destaca también los empeños de las mujeres en la música para transformar su papel de creadoras y gestoras mediante organizaciones que se preocupan y ocupan de afrontar la precarización del trabajo artístico, los “feminismos [que] en los últimos cinco años –y ahora– son las única éticas y discursos transformadores” (p.91).

Recrudece hasta que rompe: 2019, es el título del séptimo y último capítulo a cargo de David Ponce. Destacan vínculos y cruces temático-políticos entre canciones y géneros: ambientalismo; educación; poder corruptor de la iglesia; inequidad nacional; disidencias sexuales; descontento social; rabia, entre muchos otros que se anudan en torno a tres momentos de movilizaciones sociales chilenas: 2006, 2011, 2019.

Se trata de un proceso emergente, de una convergencia nunca vista entre reivindicaciones diversas, concordancia en el discurso musical que rompe también fronteras entre audiencias y géneros musicales, un cambio de fondo que, dice el autor, se antoja “digno de los cambios que están por venir”.

Entre esos cambios por venir valdría incluir la importancia de profundizar la exploración musical que emprende el texto con las coyunturas, ciclos, dinámicas, identidades, logros y potencialidades de las protestas y movimientos sociales chilenos, especialmente estudiantiles y juveniles. Vincular la reflexión también con las lógicas de construcción de oportunidades de transformación social, económica, política e institucional en las cuales traducir y concretar el enorme malestar que recorre Chile, tal como se mostró en la reciente explosión social de octubre 2019. Analizar las formas en que la protesta musical abre camino a otras realidades deseables y posibles.

 

Referencias

Rosenstone, R. (1969). “The Times They Are A-Changin’”: The Music of Protest. The Annals of the American Academy of Political and Social Science, 382, 131-144. Retrieved May 15, 2020, from www.jstor.org/stable/1037121

 

 

 

1 UNAM. FES-Acatlán. yolotl2002@hotmail.com