La importancia del capital humano en momentos de crisis (COVID-19). Industria de la Curtiduría en León, México
The importance of human capital in times of crisis (COVID-19). Tannery Industry in León, Mexico
Fecha de recepción: 16 de noviembre de 2020 / Fecha de aprobación: 4 de diciembre de 2020
María Áurea Valerdi González1 y Juan Antonio Rodríguez González2
Resumen
En este documento se analiza críticamente, la pertinencia de las perspectivas del capital humano y social, desde sus alcances y limitaciones, para examinar las respuestas que da la industria de la curtiduría ante el impacto de la pandemia causada por SARS-CoV-2
El objetivo es mostrar la importancia que representan el personal (operativo y administrativo) para los dueños de las empresas curtidoras ante la presencia de la enfermedad denominada COVID-19. Se parte de los resultados obtenidos en la encuesta aplicada por la Cámara de la Industria de la Curtiduría al total de sus agremiados, con validez para el 62% de las empresas.
Los datos muestran que no todas las empresas cerraron, se despidió a pocos y la mayoría trabajó en una jornada extendida con las medidas sanitarias sugeridas, con una baja en los salarios de más del 50% para los operativos y en menor porcentaje al personal administrativo.
Palabras clave: Trabajadores, tenería, epidemia.
Abstract
This document critically analyzes the relevance of the perspectives of human and social capital, from its scope and limitations, to examine the responses that the tannery industry gives to the impact of the pandemic caused by SARS-CoV-2.
The objective is to show the importance that workers (operational and administrative) represent for the owners of tanning companies in the presence of the disease called COVID-19. It is based on the results obtained in the survey applied by the chamber of the tanning industry to the total of its members, valid for 62% of the companies.
The data shows that not all companies closed, few workers were laid off and most worked an extended day with the suggested sanitary measures, with a decrease in salaries of more than 50% for operational workers and a lesser percentage for administrative personnel.
Keywords: Workers, tannery, epidemic
Introducción
La crisis que se avizoró a partir de la pandemia causada por SARS-CoV-2 y cuya enfermedad se denomina COVID-19 solamente puede ser equiparable a la crisis económica de 1929, con la gran diferencia de que en esta ocasión la economía globalizada expande los resultados a todos los rincones del mundo, trastoca todos los ámbitos de la vida social, personal, laboral, política y personal (por mencionar algunos) y nadie estaba preparado para la suspensión de la vida pública y el retraimiento en la vida privada. Por su alto contagio por cercanía personal la Organización Mundial de Salud estableció rígidos protocolos de distanciamiento social. Ante este escenario inusual, los trabajadores acusan a los empleadores de cerrar fuentes de empleo, los empleadores culpan a los gobiernos, el gobierno cuestiona el manejo de la información de los medios de comunicación. Mientras las familias se reorganizan y las empresas diseñan estrategias para salir adelante.
Frente a este panorama las familias y las empresas trabajaron tácticamente para continuar con sus actividades de manera distinta. En este sentido, la Cámara de la Industria de la Curtiduría (CICUR) en León Guanajuato, preocupada por dar respuesta a las demandas de sus agremiados decide realizar un sondeo a través de un cuestionario por medios electrónicos para saber cuál es la situación y proponer medidas de atención. Si bien es cierto que existen un sinnúmero de estudios relacionados con la industria de la curtiduría sobre todo en dos aspectos: a) o bien de sustentabilidad e impacto del medio ambiente o b) desde el mercadeo, proveeduría o tendencias de moda, más en el sentido de cómo fortalecer sus ventajas competitivas. Son pocos los estudios sobre el personal (operativo o administrativo), sus condiciones de trabajo o sus relaciones laborales. ¿Quiénes son? ¿Qué importancia tienen para la industria de la curtiduría? ¿Qué tipo de condiciones de trabajo y prestaciones tienen?
Más recientemente Bonacini et al. (2020), dan cuenta de la enorme cantidad de documentos de trabajo o de discusión sobre los efectos del Covid-19 en la economía o en el mercado laboral y varios estudios sobre el fenómeno del trabajo en casa por su repentino crecimiento, pero son escasos los estudios relacionados con las consecuencias que trae esta pandemia para los trabajadores, sus familias y su vida. De inicio, los trabajadores no se contemplan de manera directa en los propósitos de la cámara, sino a través de la petición expresa por parte de los asociados o empresarios, quienes solicitan eventualmente programas de capacitación para sus trabajadores y empleados.
Para dar respuesta a esas preguntas seleccionamos como encuadre teórico partir de las categorías de análisis de las teorías del capital humano y social, más en un sentido crítico que descriptivo para relacionar la contingencia sanitaria provocada por el covid-19 y el tratamiento que le da un cámara patronal, ambas teorías que puede verse como un fenómeno puramente económico o social dependiendo del enfoque. Es pertinente aclarar que el análisis se realiza con información de segunda mano recabada por la cámara mediante un cuestionario y cuyas preguntas denotan por sí mismas el sesgo de interés. Sin embargo, partimos del análisis de las ausencias en las preguntas realizadas porque los trabajadores aparecen (en forma declarativa) como la preocupación principal de las empresas.
Primero iniciamos un sucinto recuento sobre los ejes teóricos para su análisis crítico; capital humano y social. Segundo, se presentan algunos datos históricos y económicos sobre la industria de la curtiduría y la piel en León y de su cámara de empresarios. Tercero, se exhibe la estrategia metodológica y cuarto, se muestran algunos resultados de la encuesta Covid-19 que levantó la cámara entre sus agremiados mediante formulario electrónico y finalmente hacemos un análisis sociológico crítico sobre el significado de las ausencias más que de las presencias.
Marco teórico analítico
A decir de Acosta (2015), la economía se ha erigido como la ciencia imperial en torno a la cual las ciencias sociales deben actuar, se ha impuesto la mirada económica desde que la teoría neoclásica promovió la existencia del “actor racional” difundiendo así el individualismo metodológico. Lo cierto es que, bajo condiciones de expansión económica, de apertura de mercados, la vida se ha mercantilizado y las relaciones sociales se han “cosificado”, prueba de ello son las posturas teóricas del capital social y el capital humano, en ambos casos, prevalece la idea del capital como insumo que permite la generación de ganancia o la elevación de la productividad, no obstante sus calificativos de social o humano.
En la medida en que la economía se acerca a las ciencias naturales consideradas objetivas y neutrales más se alejan de lo social o cultural. Así, las ciencias sociales han intentado acomodarse al sentido tecnocrático de lo económico y asumen teorías planas como la “elección racional” (Acosta 2015). Es decir, eluden considerar la realidad como una totalidad, más bien como situaciones fragmentadas, que pueden ser estudiadas con una técnica, asimismo, argumentando su neutralidad deja de lado los problemas sociales y políticos como lo hace la teoría del capital social y humano.
La idea de capital social y la pertinencia de este enfoque teórico para analizar a los actores productivos, específicamente a los empresarios, pareciera no ser pertinente, ya que algunas de sus categorías básicas como la solidaridad, reciprocidad, subsidiaridad y confianza (en especial ésta), no parecen suficientes para su análisis, sobre todo en contexto de libre mercado que agudiza la competencia internacional. Aunque se habla de capital social desde 1916 (Fukuyama citado por Rodríguez y Valerdi 2016), no es sino hasta mediados del siglo XX que empieza a cobrar fuerza. A partir de entonces se ha diversificado su entendimiento, explicación y búsqueda, aquí nos interesa recordar solo dos de las vertientes de análisis, la que tiene que ver con a) la solidaridad y b) la reciprocidad.
Se dice que el capital social de solidaridad se basa en el tipo de relaciones en grupos cohesionados, con miembros ligados de modo fuerte y duradero por tanto se presume puedan actuar de manera solidaria, dicha relación debe de ser horizontal entre iguales, eso le da sentido de solidaridad. Por su parte el capital de reciprocidad, se da en una relación vertical-jerárquica, y no necesita de un grupo que intervenga para asegurar la operatividad de la relación social, sino que basta con una persona que instaure una relación de cierta duración con otro, por tanto de intercambio de ayuda entre ellos en tanto se dé una relación jerárquica, en la cual es subsidiario quien mantiene un mayor nivel jerárquico y es subsidiado quien tiene un menor nivel jerárquico en dicha relación (Bagnasco y Pizzorno citado por Rodríguez y Valerdi 2016). En este sentido una cámara empresarial fomentaría el capital de solidaridad, pues el empresario es extremadamente celoso si se trata de compartir información con empresarios de menor jerarquía, en especial resguarda el Know How técnico. Aunque algunos empresarios pertenecen a grupos cohesionados o duraderos como las cámaras, es difícil que fomenten relaciones de solidaridad y menos aún de subsidiaridad, pues el término implica “ayudar sin recibir nada a cambio” lo cual dista mucho de los propósitos empresariales como representantes del capital. El empresario se asocia con otro solo si hay una ganancia, que le reditúe en acumulación de capital o que le beneficie de alguna manera, es básicamente individualista en sus decisiones.
La economía neoclásica acuñó por su parte la idea de actor racional, “el hombre económico racional que posee información total del mercado es conocedor de las relaciones causales que conectan medios y fines, siempre optimiza las relacione de medios a fines” (De la Garza 1998 pág. 19) es aquel sujeto que toma decisiones racional e individualmente, con una racionalidad “con arreglo a fines” (Weber, 2002: 31). Por ello, el carácter de solidaridad en el capital social es difícil que se asuma por los empresarios. Existen estudios como el de Simon (1979) que discute si algún actor social tiene la capacidad de acumular la suficiente información para tomar decisiones racionales, pues justamente la limitación de información le obliga a tomar decisiones desde lo que denomina racionalidad limitada. En el trabajo de Kahneman y Tversky (citados por Marcal 2017), demostraron al contrario de lo que afirmaban los economistas, que nuestras decisiones no son ni objetivas ni racionales. Que el mercado ideal no existe, que no todos tienen acceso a la misma información, ni la interpretan de la misma manera y que las decisiones que se toman son por influencia recíproca. O como diría Pareto (quien fuera más reconocido como economista que como sociólogo) nuestras decisiones son producto de nuestros sentimientos. Postulados ignorados por los algunos economistas y otras teorías bajo condiciones de libre mercado.
Regresando a la discusión sobre el capital social, al establecer relaciones de reciprocidad no quiere decir que haya ausencia de confianza, pero sí déficit de confianza, pues bajo este enfoque la confianza es de carácter instrumental, debe incluir factores como decir la verdad, cumplir con las obligaciones y facilidades. Más en el sentido de garantizar los objetivos prácticos que morales. Ejemplo de ello son los modelos productivos de alianzas estratégicas como los clusters, los encadenamientos productivos o los distritos industriales. En suma, desde la mirada del capital social los empresarios actúan bajo una racionalidad limitada, invierten en sus relaciones de reciprocidad social para mantener una estructura de relaciones sociales que garantice la acumulación de capital. La cámara de la industria de la curtiduría hace eco en estos propósitos, facilita este encuentro y trabaja en consecuencia.
La teoría del capital social ha sido cuestionada sobre su potencial de respuesta ante los problemas sociales y su pertinencia metodológica (Hintze 2013, Bowles y Gintis 2014). La postura de Bourdieu es “especialmente significativa en tanto muestra que el capital social no puede ser desligado –y mucho menos autonomizado- del capital económico, a cuya reproducción contribuye” ((Hintze 2013: 65), que es resultado de una construcción social. La autora indica la ironía de la extendida utilización de esta perspectiva “justamente en el momento en que las desigualdades de riqueza e ingreso han adquirido enormes dimensiones en el capitalismo a nivel global” (Ibid. 2013: 67). Smith y Kulynych (Ibid. 2013) en una postura más crítica señalan que al atribuirle el nombre de capital a un conjunto de relaciones, se naturalizan y legitiman las relaciones de todo tipo bajo el capitalismo, que oscurece más que explica los procesos y que “oculta lo específico de las relaciones sociales” que la sociología debería ayudar a despejar.
El punto clave para el análisis que aquí nos proponemos es la teoría del capital humano. Inspirados en Smith los economistas de Chicago incluyeron el término capital humano en el análisis del mercado, que tiene que ver con la percepción de las personas. Pasamos primero de personas a individuos, de individuos a capital humano y hoy esta idea se usa con mayor flexibilidad, incluso somos nuestra propia inversión cuando hablamos de emprendedores. “El neoliberalismo resuelve los conflictos entre el trabajo y el capital transformando simplemente a la persona en capital y su vida en una serie de inversiones que lleva a cabo en el mercado de valores” (Marcal 2017: p. 147). No hay trabajadores sino capital humano. Lo mismo que bajo condiciones de pandemia en los que la medicina es un mercado de oferentes y demandantes y la salud es una mercancía.
La tesis del capital humano que data de la década de los 50 y 60, cobra vigencia a partir de considerar a la educación como una inversión frente al optimismo del avance tecnológico de los 80, con la ampliación de las expectativas al desarrollo de las vocaciones profesionales necesarias para el incremento de la productividad (Aronson, 2007). Sin embargo, la autora revisa los resultados de la investigación de Thurow en Estados Unidos que muestran que los nexos entre educación y productividad no pueden demostrarse fehacientemente. “La mayor parte de las refutaciones a la teoría del capital humano se centraron en el descuido de la relación entre éxito escolar y origen social” (Ibid. 2007: 13). Las debilidades atribuidas a la teoría del capital humano, dice la autora, “es su descuido acerca de las lógicas diferentes que estructuran la estratificación educativa y la estratificación social” (Bonal citado por Aronson 2007: 13). Es decir, alejada de lo social.
La teoría del capital humano se ha adaptado dependiendo de los requerimientos del mercado de trabajo y de la industria, así en su primera fase en los 60 se concebía a la educación como medio que favorecía la movilidad social intergeneracional, más en un sentido “instrumental”. Para la segunda fase en los 80 ya no alude a un ascenso intergeneracional “sino a una movilidad cognitiva personal”. En la primera fase el acoplamiento era entre la educación y las necesidades de la organización del trabajo con ocupaciones que demandaba la producción en masa. En la segunda fase cobra importancia lo “material” y ya no lo instrumental (Aronson 2007) se pasa de la capacitación a la competencia, de las calificaciones a las habilidades. Suponemos con Bowles y Gintis (2014) que el capital humano al limitar su análisis a las preferencias dadas exógenamente (capacidades individuales) y las tecnologías de producción se “excluye formalmente la relevancia de la clase y del conflicto de clases para explicar los fenómenos del mercado de trabajo” (Ibíd. 2014: 221). Asimismo, al considerar como capital las capacidades humanas, la obtención de ganancias no se presenta vinculada a la explotación del trabajo sino a las capacidades del sujeto (Vázquez y Castañeda 2004).
Lo mismo desde el pensamiento administrativo que comienza a preocuparse por el “rol” que desempeñan los “recursos humanos” en los procesos de valor empresarial. Los trabajadores como factor de producción bajo el universalismo de seres humanos. Zapata, Gutiérrez y Rubio (2013) defienden la pertinencia de este enfoque y se cuestionan porqué tardo tanto (quizás tres décadas) en reconocerse esta teoría (hasta el premio nobel de G. Becker en 1992), “la cual se concentra en la defensa de que la educación, el entrenamiento y el cuidado de la salud, son finalmente inversiones en capital y posibilidades de riqueza” (Ibid. pág. 36). Los autores intentan demostrar que capacitar a los trabajadores es más una inversión que un gasto, desde la lógica económica y contable. Por su parte Bowles y Gintis (2014), dicen que “una teoría adecuada de los recursos humanos debe contener tanto una teoría de la producción como una teoría de la reproducción social” (Ibid. 2014: 221), aspecto que la teoría del capital humano ignora a favor de las relaciones técnicas como veremos en el caso aquí estudiado.
A diferencia de Zapata, Gutiérrez y Rubio (2013) que ven en los trabajadores (de manera individual) una inversión, Aronson (2017) reconoce lo social como un sistema que determina la forma en cómo opera el capital humano, en la primera etapa 60-70 como medida de ascenso y en la segunda a inicios de los 90 se estructura en torno a las tecnologías de la información, más en su sentido instrumental. Evidentemente estas propuestas teóricas enfatizan más el crecimiento económico que el desarrollo, al resaltar las relaciones capital-trabajo solo como acuerdos económicos y de beneficio sobre todo para la parte empresarial. Frente a esa visión de lo social de Aronson (2017) Bowles y Gintis (2014), dicen que se debería preguntar no solo como afectan el nivel de inversión al crecimiento sino “cómo afecta la estructura de la formación de capital humano a las relaciones sociales de producción” (Ibid. 2014; 226).
Una vertiente de explicación complementaria es que detrás de las posturas del capital social y capital humano persiste la vieja idea del “actor racional” que propagó el individualismo como forma de identidad y acción social. Así, no es de extrañar que ambas posturas hayan tenido el éxito esperado sobre la base de pensar en los resultados del cálculo costo-beneficio. Finalmente, cabe agregar que Lewis continuador del trabajo de Shutz (citados por Pérez y Castillo 2016), agregó a la idea básica de considerar la educación y la formación como inversiones de los individuos, la alimentación y la salud como factores determinantes de la productividad. No sobra decir que en esta perspectiva del actor racional no hay cabida a la división del trabajo por sexo, ni por asomo aparece en las teorías del capital social o humano, referencias al trabajo de las mujeres.
Con estos sucintos elementos teóricos intentaremos mostrar lo que la cámara de la industria curtidora en León, hizo para ofrecer a sus agremiadas certezas de que el impacto sería lo menos grave. Siempre poniendo su preocupación mayor en la economía más que en los trabajadores y sus familias, muy en concordancia con las teorías arriba descritas. Creemos hoy por hoy, que hay que pensar la economía y la vida e igual la vida que la economía en una relación dialéctica.
El Bajío, un contexto industrial.
En la última década se han instalado en Guanajuato las más importantes empresas automotrices, Mazda (2013), Honda (2015), Toyota (2017), hoy es la única entidad federativa que cuenta con 5 armadoras incluyendo a VW (2011) y a GMC (1994). A decir de la prensa local, Guanajuato es el clúster automotriz más dinámico de América Latina, promovido por la inversión extranjera directa (IED). Sin embargo, en León, la ciudad más grande del estado sin ser la capital, con el casi 27% de la población total del estado y cuarto lugar entre los municipios con mayor número de habitantes de todo el país, tiene como sello de identidad y prestigio a la industria de la curtiduría, cuero y calzado.
La importancia de la industria del cuero radica en la alta absorción de mano de obra en especial en pequeñas y medianas empresas que constituye para la población trabajadora un sello de identidad. Este sector ha sido de los más golpeados por el Covid-19, empresas que cerraron total o parcialmente sus centros de trabajo con pérdidas de ingresos y empleos que han puesto en estado de indefensión a los trabajadores y sus familias. Por ello, nos hemos dado a la tarea de analizar la respuesta que dio a sus agremiados la cámara de la industria de la curtiduría y la piel frente a la inesperada contingencia, para intentar explicar desde una fuente de segunda mano (que explicaremos más adelante) la importancia que representan los trabajadores en esta fatalidad.
Según los historiadores la industria de la curtiduría en León Guanajuato data del siglo XVII con cierres y apertura de empresas y vaivenes económicos hasta 1945 que cobra auge y se consolida en el llamado Barrio Arriba. Ahí se instalaron las tenerías de los curtidores de la época relacionados con el abastecimiento de aperos y enseres requeridos en la explotación de minas y haciendas de beneficio de la plata en Guanajuato (Alvarado en Villalpando, 2014: 81). El Barrio Arriba confirmó así su vocación albergando a la gran mayoría de las curtidurías instaladas desde entonces.
En 1942 se funda la Cámara de la Industria de la Curtiduría (CICUR). Para García (2013) la Cámara ayudó a solucionar múltiples problemas que se presentaron en ese momento, como la gestión para la importación de materias primas, problemas de contaminación, escasez de agua, entre otros. Además, introdujo novedades en cuanto a la tecnología y avances en los procesos del curtido. “En la década de 1950 la industria de la curtiduría aceleró la importación de maquinaria -de Alemania, Estados Unidos y en menor escala de Suecia y Holanda- para cumplir con la demanda de países en reconstrucción en el periodo de la posguerra” (García, 2013: 84). Lo que creó el inicio de la dependencia tecnológica del sector de la curtiduría.
La CICUR es una de las cámaras con mayor antigüedad en el país, con más de 75 años de haber sido constituida, nace con una tradición curtidora desde lo artesanal hasta lo ultramoderno, con maquinaria de última generación y especialistas de reconocido prestigio internacional. Pero esta tecnología y maquinaria de vanguardia no siempre va acompañada por una restructuración organizacional en cada una de las unidades económicas que componen a la industria. Parte de la industria sigue respondiendo a modelos organizacionales añejos, rígidos, basados en empresas familiares, con una verticalidad en la toma de decisiones. Aunado a lo anterior, existe un déficit de confianza de algunos empresarios miembros de la cámara y de los trabajadores hacia nuevos modelos productivos y sus estrategias socio técnicas.
La actividad de la curtiduría consiste en el proceso productivo de transformar los cueros crudos o verdes salados, en pieles terminadas. En esencia, sigue siendo un proceso artesanal que toma el cuero en estado de cuero en sangre o verde-salado, y la deja en un cuero en wet blue, este último a su vez pasa por los procesos finales de re-curtido-teñido-engrase y acabado que permitirán ser usados como insumos por otros sectores como el automotriz, calzado, marroquinería, vestido, mueblería y aeroespacial principalmente.
En términos económicos, esta actividad sigue siendo representativa a nivel nacional. De acuerdo con el Censo Económico 2014 en México había registradas 1,021 empresas dedicadas al “curtido y acabado de cuero y piel”. Este sector aportó el 0.87% de la producción total del sector manufacturero y 1.08% del valor agregado del total en la industria manufacturera a nivel nacional (INEGI, 2014). Tuvo una producción de 2’ 307, 260 miles de decímetros cuadrados con un valor de 10’ 144, 084 miles de pesos. De este volumen de cueros procesados 45% fue para calzado. El sector de la curtiduría ocupó a 19, 909 personas representando 0.45% del total de empleo en el sector manufacturero en México (Dussel, 2018).
De acuerdo con el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE, 2020), actualmente en México en la industria de la curtiduría hay registradas 1002 unidades económicas, de las cuales 736 están asentadas en el estado de Guanajuato y 713 están específicamente establecidas en el municipio de León, constituyen el 71% del total nacional. De las 713 empresas operando en León, 73% son micro, 21.4% pequeñas, 4.6% es mediana y solo 0.8% corresponde a grandes empresas, estas últimas son las que concentran tanto la producción, como la mano de obra. Actualmente existen 17 empresas grandes afiliadas a la CICUR, que ocupan en promedio 600 trabajadores (Armando Guevara, presidente de la CICUR, comunicación personal, 17 de junio del 2020), lo que representa el 51% del personal ocupado del sector en el país. De hecho, se calcula que las personas ocupadas directamente en este sector van de entre 12 mil y 21 mil, (hasta el mes de febrero de 2020), que muestra la absorción de mano de obra que representa y el potencial de familias que se ven beneficiadas (o afectadas después del Covid-19). La producción diaria de cueros procesados es muy asimétrica entre unidades económicas, que van desde los 100 cueros procesados en microempresas, hasta 25 mil en las grandes curtidurías. Carrillo (2017) señala una producción de 50 mil cueros al día.
Macouzet (2013) y Carrillo, Azamar y Cervantes (2017) aluden a que, en la actualidad, la industria de la curtiduría y el calzado es la más importante de la ciudad de León, Gto., pues entre ambas, generan aproximadamente el 86% del PIB local. Según Hernández (2018) “Del total de los 35 mil cueros que se producen a diario, el 50 % va para las industrias automotriz y aeroespacial y el otro 50 %, se dirige a la industria tradicional del cuero, calzado y marroquinería” (p. 35). Aunque Carrillo, Azamar y Cervantes (2017) indican una distribución diferente con el 60% para la industria automotriz y menos del 40% para el calzado. De las 713 empresas operando en León el 73% son micro, 21.4% son pequeñas, el 4.6% es mediana y solo el 0.8% corresponde a grandes empresas.
Metodología
Para mitigar los efectos del COVID-19 una de las primeras medidas que adoptaron los estados fue el cierre de la mayoría de las actividades económicas, el confinamiento en los espacios privados y el paro casi total de la movilidad. Ante estas medidas la cámara de curtidores preocupados por el impacto que esto causaría al sector (a la economía, sobre todo), implementaron una rápida estrategia de acercamiento con las unidades de análisis (curtidurías) mediante la aplicación de un formulario semiabierto, elaborado con la plataforma Google forms. Cabe señalar que veníamos trabajando con la CICUR desde 2017 en diversos aspectos de la producción, sin embargo, el contacto con los empresarios, dueños o administradores de las unidades de producción necesariamente atraviesa por la cámara. Como señala García (2013) una de las características de los empresarios del sector es ser cerrados y celosos para compartir información, por ello el cuestionario al que hacemos referencia fue diseñado y aplicado por la gerencia de recursos humanos de la cámara. La población fueron el total de agremiados y las dimensiones fueron financieras y comerciales (en donde ubicaron preguntas sobre los trabajadores). La estructura del instrumento obedece a las necesidades de la CICUR y fue a petición nuestra que nos facilitó la base de datos con los resultados obtenidos. Esta información fue el punto de partida para proponer el análisis que aquí proponemos sobre los trabajadores operativos y administrativos.
El cuestionario se distribuyó entre el grupo de los 150 curtidores agremiados en la cámara, aunque solo representa el 21% respecto al total de curtidores (la gran mayoría son micro y pequeñas empresas). En sus empresas se concentra aproximadamente el 80% de la fuerza laboral de la curtiduría en León. De esas 150 empresas respondieron positivamente 94 (62.6%) a lo largo de 15 días en el mes de mayo de 2020, por lo cual los resultados solo son representativos para este 62%. La cámara distribuyó en línea el cuestionario para ser respondida por las áreas de recursos humanos, contabilidad o administración y los propios dueños de las curtidurías.
El instrumento se denominó “Encuesta para medir el impacto del covid-19 en la industria curtidora” con la intensión de calcular los efectos en los primeros meses que llevaba la emergencia sanitaria (mes y medio). El cuestionario se integró con tres dimensiones I Sobre características de la empresa, II. Comercialización y III. Apoyos financieros con un total de 50 preguntas, 21 de ellas (42%) formuladas de manera dicotómica sí, no, con poco margen de información, 12 preguntas cerradas con opciones limitadas y solo dos preguntas abiertas. El resto son preguntas en las que se solicita mayoritariamente un porcentaje. Y del total de 50 preguntas 9 (18%) de ellas se refieren a los trabajadores operativos y administrativos.
El formulario planteó preguntas concernientes a las dinámicas empresariales tales como, compra de insumos, nivel de operación y ventas, personal empleado, financiamiento, reapertura, entre otras. Las únicas preguntas relacionadas con el personal fueron sobre: en qué porcentaje está laborando el personal operativo y el personal administrativo. Si la empresa ha tenido que bajar los sueldos, en qué porcentaje del personal operativo y del administrativo, o si ha despedido a trabajadores. Porcentaje de quienes hacen home office o quienes tomaron cursos de capacitación. El análisis que se presenta se refiere a los escasos datos relacionados con los trabajadores, dejando para otro momento los datos sobre aspectos comerciales y financieros.
Resultados y análisis
La suspensión temporal de toda actividad laboral no esencial en los sectores público, privado y social ha afectado a la industria de la curtiduría pues no está considerada prioritaria en el catálogo que emitió la Secretaría de Salud del Gobierno Federal3. Las primeras proyecciones realizadas en los medios más prestigiados pusieron el acento alarmista de lo que el confinamiento significaría en términos económicos, mucho más que lo que representaría en aspectos de salud, de capacidad hospitalaria instalada para atender una pandemia, o de los decesos que habría en términos poblacionales.
La cámara en consecuencia enfocó las preguntas del formulario básicamente para recabar información sobre apoyos económicos que las empresas estaban requiriendo, tanto del sector público, como de bancos y financieras del ámbito privado; ayudas indispensables no solo para continuar produciendo, sino para sobrevivir a la crisis. El enfoque economicista que esta cámara y muy posiblemente muchas más, le han dado a esta emergencia, nos remite al valor del trabajo, en su sentido objetivo y subjetivo. Los enfoques del capital humano y social de los que partimos críticamente para hacer este análisis son una muestra de una visión del capital más que del trabajo.
Las empresas dedicadas al subsector curtiduría, acabados de piel y cuero establecen una cadena de suministro con la industria del calzado y con la industria automotriz (para el caso de León, Gto.), Si una se detiene parcial o totalmente su producción repercute en las otras. Pero, así como hay una cadena entre empresas lo hay también para los trabajadores cuyo eje es el trabajo en este sector, de donde emanan sus satisfactores. Si dejan de percibir un ingreso o baja el monto, los integrantes de la familia abandonan algunas o todas las actividades escolares y sociales, en consecuencia, hay una disminución en su nivel de vida.
Dijimos que el formulario fue respondido por los encargados del área de recursos humanos, contabilidad o administración y algunos dueños, estuvo integrado por 3 apartados, I. Características de la empresa, II. Comercialización y III. Apoyos financieros. Como se dijo en el apartado metodológico, aquí presentamos el análisis de los datos relacionados con el personal operativo (o en línea de producción) y administrativo dejando para otro momento los de comercialización y financiamiento. De acuerdo con el gráfico 1, se evidencia un mayor interés de las medianas y grandes por responder el cuestionario.
Gráfico 1. Porcentaje de empresas participantes
Fuente: Encuesta sobre el impacto del Covid-19 en la Industria de la Curtiduría en León elaborada en Google por la CICUR.
Si bien el 60% de las empresas estaba laborando durante la fase 3 de la extensión de la jornada de la sana distancia4, no todas las áreas estaban en funcionamiento. Asimismo, el 70% de las empresas diversificó sus horarios laborales para cumplir con las recomendaciones de las autoridades sanitarias y disminuir el riesgo de contagio al laborar. Esto impactó especialmente a las empresas grandes, ya que tuvieron que reducir el número de trabajadores laborando simultáneamente. “Ante la contingencia, una de las estrategias que llevaron a cabo tanto instituciones del sector público como del privado, fue realizar el trabajo de manera virtual o teletrabajo (Home office), aprovechando las herramientas tecnológicas” (García, 2020: 160). Por las características de producción de la industria de la curtiduría, solamente el personal administrativo era susceptible de realizar sus actividades a distancia, sin embargo, menos de la mitad lo estaba haciendo.
Gráfico 2 Personal administrativo realizando Home office
Fuente: Encuesta sobre el impacto del Covid-19 en la Industria de la Curtiduría en León elaborada en Google por la CICUR.
Como muestra el gráfico 2, el 44% del personal administrativo realizaba trabajo a distancia y la mayoría de las empresas mantenía a más del 60% de sus empleados trabajando in situ a pesar de las condiciones de incremento de la pandemia. Tres cuartas partes de los encuestados respondieron que tampoco estaban tomando cursos de capacitación o talleres en línea y solo 4 de cada 10 empresas estaban realizando reuniones por esa vía. Tampoco existe el dato de personal administrativo por sexo, puesto o nivel ocupacional, que pudiera describir el impacto del confinamiento en los hogares al realizar trabajo en casa (aspectos que de suyo son invisibles para las teorías del capital humano).
Con respecto a los trabajadores operativos (o en línea) las respuestas no fueron distintas a las relacionadas con el personal administrativo, como se muestra en el gráfico 3. El 42% dijeron que 5 de cada 10 trabajadores (50%), tuvieron que ocuparse, no obstante, las medidas implementadas por la contingencia, incluso hubo quienes a pesar de estas condiciones tenían trabajando entre el 70 y 100% del personal operativo, lo que puede sugerir que priorizaron cubrir su cuota de producción que suspender actividades, poniendo en riesgo la salud del personal.
Gráfico 3. Porcentaje de personal operativo trabajando
Fuente: Encuesta sobre el impacto del Covid-19 en la Industria de la Curtiduría en León elaborada en Google por la CICUR.
Derivado de la cancelación o aplazamiento de los pedidos en un 97% y del cierre de otras empresas de la cadena de suministro (35.6%), en su mayoría los empresarios del sector se han visto en la necesidad de realizar ajustes a la baja en los sueldos de sus colaboradores5 sin que se especifique si son trabajadores operativos o administrativos (ver Gráfico 4), en ese orden el 76.3% bajó los ingresos de la plantilla del personal. Asimismo, el 70% de las empresas no se han visto en la necesidad de despedir a sus trabajadores. No hay información del 30% que si lo hizo.
Gráfico 4. Ajustes salariales a la baja en las empresas curtidoras
Fuente: Encuesta sobre el impacto del Covid-19 en la Industria de la Curtiduría en León elaborada en Google por la CICUR.
En un análisis por tamaño de empresa, tanto las empresas grandes como las microempresas contrajeron el ingreso a los trabajadores operativos entre el 60 y 75%, lo que implica una baja significativa en la paga de esos trabajadores y un duro golpe a su economía familiar. En cambio, el ajuste (50% menos) de sueldos para el personal administrativo, se hizo independientemente del tamaño de la empresa a entre 2 y 5 personas de cada 10. Solo 4 empresas pequeñas dijeron haber reducido el ingreso al total de sus trabajadores administrativos. En ambos casos, operativos y administrativos en promedio se vieron afectados en porcentajes arriba del 50%, es decir, afectando la economía familiar de la mitad de los trabajadores. En concordancia con las críticas a las teorías del capital humano, uno de los aspectos poco considerados es el ámbito de la reproducción.
“La escolarización, la formación ocupacional, la crianza de los niños y el cuidado sanitario cumplen una doble función económica: desempeñan un papel esencial en la producción, si bien indirecto, y también son esenciales para la perpetuación de todo orden económico y social” (Bowles y Gintis 2014: 221).
La situación internacional de emergencia sanitaria ha causado reducciones significativas en todos los niveles de la cadena; suministros, producción, comercialización y exportación, por lo mismo, era de esperarse que la industria curtidora viera una disminución en sus ventas, en la cobranza y en su capacidad de pago a proveedores, lo que también afectaría al personal y colateralmente a sus familias. Por ello, debemos reflexionar que una teoría adecuada de recursos humanos debe contemplar tanto la producción como la reproducción (Bowles y Gintis 2014)
Considerando el alto nivel de contagio del Covid 19, pasando de 315 casos a 1384 en el mes de mayo para el estado de Guanajuato6, la mayoría de ellos en León, en este escenario de alta restricción a la producción, los encuestados señalaron que de continuar la contingencia sanitaria posterior al 1 de junio no podrían resistir operando de manera indefinida bajo esta modalidad (gráfico 5). Ni la teoría del capital social ni el humano, pueden dar respuestas a esta “nueva realidad” que plantea retos en todos los sentidos. De repensar si las capacidades individuales o la del actor racional por sí solos pueden explicar una realidad que atraviesa por lo social. En donde la vida es tan importante como la economía y viceversa.
Gráfico 5. Tiempo que podrán resistir en operación de continuar la contingencia sanitaria
Fuente: Encuesta sobre el impacto del Covid-19 en la Industria de la Curtiduría en León elaborada en Google por la CICUR.
Al 44% de empresas que pararon su producción se les consultó para cuándo tenían programado reiniciar actividades, el 66% declaró que en el mes de junio retomarían sus operaciones. Entre las razones más apremiantes, además de las dictadas por las autoridades de Salud Estatal y Federal, respondieron que los compromisos adquiridos con sus clientes, el pago de nómina y a proveedores.
Finalmente, se les preguntó si habían recibido algún tipo de apoyo para subsistir en este periodo de contingencia sanitaria, el 20.4% de los encuestados declaró haber recibido apoyo gubernamental. Quienes recibieron apoyo acudieron a diversos niveles de gobierno; el 56% señaló que lo recibió del Gobierno Municipal, 34.8% del Gobierno Estatal y solamente el 8.7% del Gobierno Federal.
Conclusión
La crisis es un movimiento permanente de ajuste de todo sistema, hay crisis provocadas y hay crisis inesperadas como los desastres naturales. La pandemia provocada por el virus Sars 2 llegó de golpe, sin que hubiera tiempo de prepararse para enfrentarla, por lo mismo, le pegó escandalosamente a la economía con el paro de diversas actividades que provocaron un descenso en el empleo y la ocupación, situación que se agudizó en donde ya existían rezagos estructurales no atendidos como en América Latina. En un sistema que prioriza el crecimiento económico, el progreso industrial y la explotación de los recursos naturales es de esperarse que los efectos de una pandemia golpeen a los más desfavorecido.
Este trabajo constituye una muestra de la estrategia que implementaron algunos empresarios ante la pandemia denominada Covid-19 en condiciones que atentan contra la salud y la vida. Sabemos que la economía es un asunto prioritario, pero creemos que también es importante la salud y la vida. Como dice Bourdieu, la sociología es una ciencia que incomoda porque está destinada a mostrar el lado obscuro de la luna, aquello que está detrás de la aparente realidad. Del mismo modo la sociología solo es útil cuando se analiza el contexto, sin olvidar la experiencia vital de sus actores. Los efectos de la pandemia, del confinamiento, cierto que le pegan duramente a la economía, pero también ha impactado en los trabajadores, en la reorganización de sus vidas, en mantener su ingreso, su salud física y mental. Por eso, analizar desde la sociología este sondeo realizado a los agremiados de la cámara de la industria de la curtiduría nos pareció no solo pertinente sino necesario. La intención es repensar que sin vida no hay economía y sin economía no hay vida. De considerar de manera dinámica el papel de los trabajadores y el objetivo de la industria, al mismo tiempo que otros elementos que nos permitan explicar como un todo el mundo del trabajo.
Las teorías del capital social y humano dejan de lado elementos macrosociales o procesos, fragmentan, disocian más que integran o suman, por lo que su alcance de explicación creemos es limitado. En coherencia con las teorías económicas neoclásicas el homo economicus, el actor racional está en la lógica del desarrollo capitalista, en el que el trabajo en su sentido amplio se convierte en factor de la producción igual que para el capital humano, pareciera incluso haber un desprecio por el trabajador que puede ser sustituible. De la misma manera, las relaciones bajo la óptica del capital social eluden su carácter de conflicto, quedando a nivel de “relaciones de reciprocidad entre iguales”.
Para dar respuesta a las preguntas de inicio, vimos en los resultados de la exploración realizada a los agremiados de la cámara de la industria de la curtiduría en León, Guanajuato, que la pandemia (que atenta contra la vida), no fue suficiente para detener la producción, pues 60% siguieron trabajando en condiciones distintas, y el 70% expandió sus horarios, pero no se detuvo. Ni la existencia de software especializado, ni la presencia de plataformas virtuales (Zoom, Teams, Google, Facebook, etc.) fueron suficientes para que los trabajadores administrativos realizaran trabajo en casa, ni reuniones, ni cursos o talleres de capacitación, acaso 4 de 10 trabajadores administrativos hicieron home office. Los procesos de producción no pararon, a pesar de las condiciones de emergencia, lo que se deduce del dato de tener al 50% y hasta el 100% de trabajadores operativos en activo. Al menos así respondieron los empresarios, administradores o encargados de las unidades productivas a la pregunta de: porcentaje de personal operativo trabajando. El 70% dijo no haber despedido a nadie, pero ignoramos que sucedió con el 30% restante, ni que tamaño de empresa era y obvio no sabemos qué respuesta dieron los trabajadores. Y ante esta inusitada situación, no todas las empresas cerraron, se despidió a pocos y la mayoría trabajó en una jornada extendida, con una baja en los salarios de más del 50% para los trabajadores operativos y en menor porcentaje al personal administrativo, lo que indudablemente repercutió en la calidad de vida de estos trabajadores.
La importancia que tienen los trabajadores para el 62% de empresas que respondieron el formulario, es de tratamiento diferenciado entre los administrativos y operativos. Los primeros por las características de su trabajo pudieron implementar las medidas sanitarias de “sana distancia”, y más de la mitad y hasta la totalidad de los operativos, sujetos a los procesos de producción, siguieron trabajando.
La pandemia no ha terminado, y estamos en un momento clave para repensar el trabajo desde una óptica que sume elementos de explicación, quizá de manera interdisciplinaria.
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1 Universidad de Guanajuato, León, México. Correo electrónico: avalerdi@ugto.mx
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4 La fase 3, según los epidemiólogos, es cuando hay brotes regionales que implican la dispersión nacional del virus, con casos que se cuentan por miles. Lo que sucedió en México a fines de abril de 2020.
5 Término usado en el instrumento aplicado