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Not Born Yesterday. The Science Of Who We Trust And What We Believe.

 

 Hugo Mercier (2020)

Editorial: Princeton University Press.

Número de páginas: 364 páginas.

 

 

Por Edison Otero Bello

 

  

Hugo Mercier es un psicólogo cognitivo francés, investigador del Jean Nicod Institute de Paris, asociado al Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Ya en los comienzos de la introducción a su libro, Hugo Mercier reconoce que su planteamiento lo condena a sumarse a una franca minoría. En efecto, siglos de literatura filosófica, política y humanística han aportado, hipotéticamente, un monto de evidencia imposible de subestimar sobre el hecho de que las personas, en general, son sistemáticamente engañables y manipulables, dada su natural e indisimulable inclinación irracional en todo tipo de asuntos y materias. Así, sería un despropósito ir contra la corriente de esta tradición intelectual, pero eso es precisamente lo que Mercier se propone, según su punto de vista, la tradición está profundamente equivocada.

Sostiene Mercier que “lejos de ser crédulos, estamos dotados de un juego de mecanismos cognitivos que evalúan lo que escuchamos o leemos. Estos mecanismos nos permiten estar abiertos –escuchamos información que se considera valiosa– y vigilantes –rechazamos la mayoría de los mensajes dañinos” (2020, 257). El autor tiene un nombre para referirse a estos procesos: mecanismos de vigilancia abierta. Reconoce el origen de esta denominación en un artículo de autoría colectiva titulado Vigilancia Epistémica, publicado en 2010 y que incluye al propio Mercier entre sus autores1. De la mano de estos mecanismos, las personas son capaces de detectar los intentos de persuasión, engaño y manipulación que componen muchos mensajes en las instancias comunicacionales, interpersonales o mediales. Expresión de esta habilidad serían los fiascos y fracasos de innumerables piezas de propaganda política y publicidad desarrolladas por gobiernos, organizaciones, demagogos, profetas, predicadores y gurúes. Entre los mecanismos a los que Mercier dedica páginas de su libro, están el chequeo de plausibilidad y la evaluación de argumentos (razonamiento).

Como se podría esperar, la mayoría de los capítulos del libro están dedicados a estudios de casos que se consideran probatorios de la tesis de la vigilancia epistémica. De entre ellos, llama la atención principalmente aquel dedicado al análisis de la experiencia propagandística durante el régimen nacionalsocialista alemán encabezado por Adolf Hitler. Un conocimiento general de la literatura convencional pertinente atribuye a los esfuerzos propagandísticos nazis la condición de ejemplo referencial indiscutible de la capacidad persuasiva de mensajes deliberadamente concebidos para finalidades ideológicas, políticas y militares. Podría decirse que la abrumadora mayoría de los libros de texto de teoría de la comunicación reiteran una y otra vez tal condición, sin asomo de análisis y elevándolo a la condición de axioma temático. En la convicción exactamente contraria, Mercier acude a las investigaciones del historiador británico Ian Kershaw quien, trabajando con fuentes de información antes no disponibles, reconstruye las vicisitudes de la maquinaria propagandística nazi y sus resultados. En lo sustantivo, Kershaw sostiene que la propaganda no generó cambios fundamentales ni modificó la opinión popular de la época sino que reforzó y movilizó temas y consensos ya existentes en la sociedad alemana. Mercier cita a Kershaw: “La efectividad de la propaganda nazi dependía fuertemente de su habilidad para construir sobre la base de consensos existentes, confirmando valores que ya existían, reafirmando prejuicios existentes” (2020, 131).

Cambiando de ámbito y de nivel de análisis, Mercier dedica un capítulo al psicoanalista francés Jacques Lacan (1901-1981) y aborda el tema de la intensa influencia que ejerció sobre sectores del mundo intelectual, considerándolo un ejemplo de lo que denomina ‘el efecto Gurú’. Incluso entre algunos de sus seguidores, existía el reconocimiento de que Lacan un escritor oscuro, abstruso, opaco y difícil de entender. Sin embargo, esa opacidad era interpretada como un signo de auténtica profundidad, lo cual exigía de sus lectores un esfuerzo mayor para lograr la comprensión. Ese esfuerzo extra quedaba eventualmente recompensado por el hecho de llegar a pertenecer a un reducido grupo de personas capaces de entender. La lectura de Lacan resultaba, entonces, un tipo de descifrado, útil para traducir un mensaje de verdad y sabiduría ocultas. Así, la dificultad de lectura se convertía en esoterismo, una instancia inalcanzable de revelación. En suma, el problema no estaba en Lacan (aunque eventualmente también estuviera allí) sino en sus seguidores, auto-estimulados para hallar tantas capas de misterio como se requiriera.

Los temas que aborda Mercier a lo largo de su libro cubren, en gran proporción, cuestiones que han sido abordadas reiteradamente por autores reconocibles en el ámbito de los fenómenos de la comunicación. En el ámbito de la comunicación interpersonal, las investigaciones experimentales del psicólogo Carl Hovland forman parte de una tradición que es referencial. Mercier incluye a Hovland en la bibliografía de su libro, pero no ocupa espacio en considerar las conclusiones a las que llegó en materia de credibilidad de la fuente. Del mismo modo, incluye a Paul Lazarsfeld en la bibliografía pero sus reflexiones están lejos de hacer justicia al valor de este autor, precisamente en asuntos asociados, por ejemplo, a las campañas de comunicación en elecciones presidenciales. Lazarsfeld sostuvo enfáticamente la importancia fundamental de las preferencias previas de las personas y los grupos sociales y su estabilidad en el tiempo. Un discípulo de Lazarsfeld, el sociólogo Elihu Katz investigó series de televisión y su hipotético efecto en audiencias de diferentes culturas, y halló exactamente lo que esperaba: la notable resistencia de tales audiencias a mensajes y contenidos que chocan con sus hábitos y valores. Tales hallazgos califican perfectamente como ejemplos de la vigilancia epistémica que postula Mercier. En esa medida, resulta poco satisfactorio que se soslayen antecedentes teóricos y experimentales que se generaron hace ya muchas décadas. Habida consideración de lo anterior, el libro de Mercier conforma un consistente alegato contra la tesis de la permanente y fatal credulidad de personas y grupos, lo cual no demuestra en absoluto que la persuasión no ocurra y que los argumentos no sean siempre más poderosos que los sesgos que atraviesan la conducta humana.

 

 

 

 

 

 

 

1 Dan Sperber, Fabrice Clément, Christophe Heintz, Olivier Mascaro, Hugo Mercier, Gloria Origgi and Deirdre Wilson (2010). “Epistemic Vigilance”, Mind & Lenguage, vol. 25 (4), 359-393.