Las economías de los invisibles, miradas y experiencias de economía social y solidaria
Title: The economies of the invisible, looks and experiences of social and solidarity economy
Autores: Nicolás Gómez, Howard Richards, Michela Giovannini, Mayeli Ochoa y Andrés Monares
EDITORIAL: RiL Editores; Universidad Central Facultad de Ciencias Sociales
NÚMERO DE PÁGINAS: 190
ISBN 978-956-01-0567-7
Por Iván R. Canales Valenzuela1
Las economías de los Invisibles es un texto que por una parte analiza críticamente el paradigma económico imperante o corriente principal (paradigma neoclásico) y nos presenta, en lo principal, otras formas de pensar y de hacer economía. Los cuatro primeros artículos realizan sus reflexión crítica desde praxis económicas alternativas, siendo el último, un análisis más bien de carácter hermenéutico que explica la génesis protestante-calvinista de la economía neoclásica y de su esencial individualismo metodológico.
Un primer aporte relevante de este texto reside en su título, pues ex profeso nos habla de “las economías” cuestionando con ello de hecho al paradigma inductivo experimental que pretende reducir la realidad económica a una sola explicación o modelo que establece una ciertas leyes naturales del fenómeno a explicar. Es muy relevante señalar y establecer que: primero lo económico (como praxis humana en el mundo) no puede ser reducido a una sola praxis imperante o dominante, considerando con ello a las praxis alternativas como deficitarias o pre-científicas. Esto de suyo es un prejuicio cientificista, no justificado, inherente a la corriente económica principal o actualmente dominante. De hecho, la condición humana en el mundo puede imaginar y realizar múltiples praxis económicas en función del Buen Vivir que se desee construir. Y, por ello, también es legítimo que podamos imaginar, pensar y elaborar múltiples modelos teóricos respectos de las economías que deseamos construir. En esto el texto es un muy buen ejemplo de una reflexión académica que va en la –a nuestro juicio–, correcta dirección de pensar y analizar críticamente a LAS economías.
El título del texto también es provocador porque desde ya nos advierte que va a hablarnos de las economías de los invisibles, es decir, de praxis económicas que no son visibles ni en los mass media, ni menos en las facultades de economía. Con ello queda claro, de entrada, que el paradigma económico imperante es radicalmente excluyente. Lo que de hecho hacen los autores es hacer visible, a un público no especialista, otras economías que son sistemáticamente excluidas o marginadas en el discurso oficial.
En el primer artículo Howard Richards, nos ofrece pistas para caminar hacia una cultura de paz y solidaridad: presentando detalladamente el Programa de Trabajo Comunitario de Sudáfrica. El texto muestra y prueba que el fenómeno económico humano (economy), puede transitar por otros y nuevos horizontes de experiencia cooperativas y emancipatorias; y que la satisfacción de necesidades humanas fundamentales (materiales y espirituales), no tienen por qué estar sujetas a la fatalidad de la violencia económica que es inherente a toda economía de mercado que tiene como única finalidad la acumulación de capital o el lucro, obtenido a través de estrategias de extorsión económica o de precios de mercado. El texto, nos recuerda lo que ya había probado, magistralmente, Jhon Nash (premio en economía Sveriges Riskbank a la memoria de Alfred Nobel, 1994) en su tesis doctoral sobre el Dilema del Prisionero, a saber que los mejores resultados en términos de maximización de beneficios y utilidades están en la sumatoria de juegos cooperativos. A estas evidencias matemáticas que tanto gustan a los economistas neoclásicos, ahora sumamos las reflexiones de H. Richards, que da cuenta tanto de la evidencia empírica como teórica de que la sola competitividad en el marco de un exacerbado individualismo metodológico imperante, es una tesis epistemológicamente falaz e ineficiente a la hora de asignar recursos económicos para la satisfacción de necesidades humanas fundamentales, múltiples, variadas, pero a la vez, absolutamente finitas. Howard Richards, nos muestra a través del Programa Sudafricano de Trabajo Comunitario, que en economía otras lógicas son posibles. Sin embargo, para ello debemos modificar nuestro marco teórico de referencia. Debemos rebasar el corsé ideológico que nos impone la economía neoclásica y neoliberal imperante.
Richard expresamente señala que: “para comenzar a mostrar cómo el CWP abre camino a una transformación, sino a una revolución, democrática, pacífica, y tan inteligente que conserva los aciertos principales del capitalismo a la vez que continuamente corrige sus fallas, postulamos el principio que Karl Polanyi expresa en estas palabras: “exclusivamente en el marco institucional de una economía de mercado son pertinentes las leyes del mercado. Se sigue del principio de Polanyi que si se pudieran organizar otros marcos institucionales, o aprovechar de otros marcos institucionales ya existentes, existirían en principio posibilidades de salir del reino donde rigen aquellas leyes de hierro de las ciencias económicas que dictan que los sueldos tienen que ser bajos, que tiene que haber una clase marginada y excluida, y que los gobiernos por mucho que quieran cambios no pueden lograrlos” (p. 20-21.)
Para construir otras economías, Michela Giovannini, nos invita a recuperar el cooperativismo en Chile, las estrategias de autogestión y de compromiso comunitario. Pues estas formas de organización económica y social “fomentan los procesos inclusivos y redistributivos, crean puestos de trabajo y una lógica de trabajo sin patrones, donde cada socio se responsabiliza y participa en las dinámicas organizativas y de toma de decisiones de su organización”. Estas organizaciones comunitarias de base, tienen a la vez un potencial educativo muy grande tanto para sus miembros como para las comunidades que conviven en su alrededor. El artículo pone énfasis en la rentabilidad social del cooperativismo, pero no en sus ventajas económicas en un libre mercado competitivo que tiene que lidiar con las sociedades anónimas de los grandes mercados transnacionales. Redes y clusters de PYMES cooperativas, pueden colonizar los mercados locales y globales generando procesos productivos-comerciales con alta rentabilidad financiera y social a la vez. Este último nivel de análisis sería muy deseable explorarlo.
En esta misma dirección como resistencia ante el neoliberalismo económico imperante, que genera exclusión social y pobreza, Mayeli Ochoa nos presenta la experiencia del Túmin, una moneda comunitaria complementaria al peso mexicano. El artículo nos explica cómo opera esta moneda alternativa y nos muestra que es posible reconfigurar la función ideológica económica que actualmente tiene el dinero, a saber, como fetiche de una clase burguesa y pequeño burguesa que sólo busca estatus social a través de su poder de consumo. El Túmin es una moneda comunitaria que presupone la confianza, la solidaridad, el intercambio, la ayuda mutua, la unidad, la equidad, la justicia, la paciencia, la autonomía, el beneficio común, la transparencia, la libertad la gratuidad, la tolerancia y la promoción de la no explotación. La moneda Túmin presupone a una densa red de colaboradores económicos (compradores y vendedores) que no orientan su actividad económica por el lucro o las ganancias especulativas, sino por la satisfacción de necesidades humanas fundamentales.
Así esta moneda se convierte también en una cierta pedagogía social que devuelve al dinero su esencia de valor instrumental como medio de intercambio económico, superando la dialéctica del dinero como fetiche económico hoy día imperante, al servicio de la producción y reproducción del capital. Cabe preguntar respecto de esta notable reflexión sobre moneda comunitaria, qué aporte y qué viabilidad puede tener una moneda comunitaria cibernética, al modo de un bitcoin de carácter comunitario.
Nicolás Gómez realiza también una muy sugerente reflexión sobre el buen vivir como antecedente de la economía solidaria. Buen Vivir que hace referencia a tradiciones ancestrales y originarias que viven más armónicamente en conexión con la naturaleza y en un intercambio de bienes y de dones recíprocos que se realizan en contextos ceremoniales de respeto mutuo, reciprocidad y con la finalidad de una distribución de bienes y servicios equitativa y justa. Son estas relaciones de reciprocidad de quienes hacen organización económica, las que crean una memoria compartida en la experiencia común. Dicha experiencia es la fuente de los contenidos, de la ética social de la economía solidaria, pues está anidada en las experiencias constantes e inherentes a la autogestión económica; o, si se prefiere, surge gracias a que los involucrados se igualan porque son propietarios y trabajadores de la obra colectiva. Subraya también Gómez, que como ha podido confirmar Polanyi y Mauss, las economías son una pluralidad de principios y de formas de propiedad, un complejo de modos de circulación de bienes y servicios, entre ellos, mercados que fijan precios, prácticas de redistribución y relaciones de reciprocidad. Cabe preguntar respecto de esta reflexión si pueden existir finanzas comunitarias y solidarias orientadas hacia el Buen Vivir de la comunidad. O de otro modo, qué puede aportar hoy la dimensión financiera de la economía al Buen Vivir de los ciudadanos, a partir del hecho de que hoy a través de la cibernética cualquier ciudadano, común y corriente, puede capacitarse y ser su propio trader financiero.
El último artículo de este libero, es a mi parecer la notable reflexión socio-histórica y socio-antropológica de Andrés Monares sobre: la solidaridad imposible en la economía neoclásica o corriente económica principal, actualmente imperante. Monares con gran agudeza nos presenta la génesis socio-histórica de la ideología económica sobre la supuesta naturaleza egoísta del ser humano, axioma fundamental, junto al de la escasez, de la doctrina económica neoclásica.
Monares muestra y demuestra que este pretendido axioma económico es pura ideología y nada más que ideología, y al igual que el dogma econométrico de la escasez, no tiene base empírica alguna y, por tanto, tampoco sustentabilidad científica. De hecho, desde las inteligentes y muy bien documentadas reflexiones de Monares, se puede afirmar que la actual economía neoclásica imperante no es una ciencia es sólo un alambicada pseudociencia decimonónica, de carácter dogmático, al servicio de legitimar las lógicas capitalistas de producción y reproducción del capital. Monares señala en el texto:
“La rueda ideológica del Occidente moderno gira y vuelve al origen… o nunca se movió de ese inicio : el principio del egoísmo natural y universal. Todo indica, más allá de la brevedad de este texto, que el desarrollo de la economía es más una especie de versión remozada (y sobre todo amnésica) de la tradición reformada-ilustrada. Sólo se obvió a Dios y se lo reemplazó por la naturaleza, por una condición inherente a la humanidad o por las preferencias que no pueden dejar de elegir en función del propio interés. El resto es ignorancia autocomplaciente y voluntarismo ciego: Ciertamente, es satisfactorio que esta disciplina, en sus versiones más recientes, aparezca más o menos emancipada de sus antecedentes filosóficos y se convierta, genuinamente, en una ciencia positiva, libre de supuestos implícitos de carácter normativo (Roll, 2003, p. 567).
Más allá de los deseos expresados en la cita precedente, representativo de las creencias de otros economistas “científicos”, no es posible que ninguna disciplina escape de supuestos implícitos [o explícitos] de carácter normativo. De hecho, sostener esa separación es un supuesto normativo. Para decirlo en términos científicos: las demostraciones siempre responden a determinados axiomas, sépalo o no quien utiliza esas demostraciones y aunque pretenda que son “ciencia positiva”. No han existido, no existen ni existirán, los dispositivos teóricos sin historia, autooriginados en el limbo de una supuesta técnica pura. Por ende, el problema no es que exista tal relación entre supuestos y teorías. Si bien aparece académicamente inconveniente ignorar ese nexo, lo peor es la deshonestidad intelectual que esconde el innegable y evidente componente ideológico de esa “ciencia positiva” llamada economía” (p. 165-166).
La crítica de hermenéutica y epistemológica de Monares al paradigma económico imperante es profunda y muy bien fundada, y es por tanto, un gran aporte para la reflexión crítica sobre las pretensiones de cientificidad de la corriente económica principal neoclásica y neoliberal, que se enseña hoy en las Facultades de Economía en todo el mundo.
Concluyendo. Podemos afirmar que el texto es heterogéneo, presentando una rica pluralidad de reflexiones y experiencias económicas alternativas. Y además en su conjunto es una importante crítica al paradigma económico neoclásico y neoliberal, hoy dominante. Recomiendo su lectura como una buena introducción a una perspectiva crítica en economía, que tematiza experiencias y problemáticas económicas hoy ausentes en las Facultades de Economía. Cada tema del libro da para pensar y diseñar una cátedra de economía alternativa, que nos amplíe el horizonte de lo económico y de los desafíos y proyectos que comunitaria y cooperativamente podemos construir en la dirección de una economía solidaria, competitiva, y rentable financiera y socialmente.